En la literatura y bibliografía pedagógica al uso, que es la que normalmente se ofrece en las facultades universitarias que se ocupan de la formación del profesorado, estamos por desgracia demasiado acostumbrados a consumir enjundiosos manuales y eruditos ensayos que redactados por autores de escasa experiencia en la educación obligatoria, nos señalan con más o menos convicción lo que debe después el profesorado aplicar en sus aulas, santificando así el ya casi eterno divorcio entre los que hacen la educación y los que piensan y especulan sobre ella.
Sin embargo y gracias a que el libro de Miguel Fernández Villegas, es nada más y nada menos que un sencillo libro de literatura juvenil, con todo lo que ello comporta de recursos narrativos y de arte expresivo capaz de cautivar a lectores noveles, hemos podido nuevamente comprobar que la pedagogía sigue siendo, más que una ciencia o un conocimiento que se vende en los centros de formación del profesorado, un arte y que como tal exige de nosotros pasión, vocación, amor, intuición, una paciente disciplina y una fundada esperanza de que la vida siempre emerge y en su complejidad siempre restaura y sostiene la red de vínculos que hace posible nuestra existencia social y personal en armonía con nuestra madre Tierra.
Miguel Fernández Villegas es pues un maestro, un artista, un práctico de la pedagogía y la educación, además de un autor que "vende valores", al igual que el maestro "Don Antonio", uno de los personajes secundarios que pasan más desapercibidos en su obra, pero que más decisivamente influyen en la educación de “Samuel”, el profesor de filosofía que sostiene todo el proceso de innovación y creación de ambientes educativos enriquecedores.
Aunque Miguel Fernández Villegas, es ya un autor reconocido en el ámbito de la literatura infantil y juvenil, en el que ha publicado obras como
"La isla de los espejos", "
El monasterio perdido" y "
Tocata y fuga de Bach" que van por su sexta, tercera y segunda edición respectivamente, podemos decir que todo su bagaje cultural y formación humana y literaria lo ha adquirido a lo largo de más de cuarenta años como educador, maestro y artista que ha sabido combinar sabiamente sus dotes artísticas y creativas, su pasión y su fe en la educación junto a su sensibilidad por la cultura clásica y la música.
Todo esto unido a su permanente e insobornable compromiso social y político a favor de los más débiles y necesitados, aspecto que le ha llevado a lo largo de su trayectoria vital a realizar opciones arriesgadas y no exentas de sacrificio y esfuerzo. Por tanto, no nos resulta extraño para quienes le conocemos, que sean tal vez estos momentos de su nueva etapa como profesor jubilado, los que más intensamente están haciendo posible la feliz síntesis entre educación, literatura, música y responsabilidad social, porque en el fondo, Miguel siempre fue un convencido de que el mundo y la sociedad pueden y deben cambiarse por medio de la cultura y la educación.
Estamos pues, ante un autor, que no solamente conoce de primera mano y en profundidad el mundo de las escuelas y los institutos de enseñanza, sino que además ejercita con maestría el arte de escribir, que a partir de esta nueva obra, ya no sólo se abre al mundo de los jóvenes, sino también al mundo de las personas de todas las edades sean o no profesionales de la educación, y es en este punto donde reside a nuestro juicio, uno de los grandes méritos de su obra, en cuanto que además de un excelente relato, se nos ofrece un libro de pedagogía y de educación en todo el sentido de la palabra.
Se podrá discrepar de sus propuestas, e incluso disentir de algunas de sus apreciaciones, pero lo que no se le podrá negar nunca es el mérito de haber mostrado con un lenguaje atractivo y cautivador que la educación está siempre en la trama de la vida y que paradójicamente donde con mayor vigor se manifiesta es en los márgenes de la misma, en aquellos espacios y momentos extracurriculares y extraescolares.
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